(El Pais) Para Totti el fútbol empieza y acaba en el Roma. Por eso, cuando Luis  Enrique pretendió, nada más llegar al banco giallorosso, quitarle su  estatus de estrella en el equipo, privarle de algún que otro capricho,  se montó una buena. Más que nada porque el ideario y manual de Luis  Enrique se entiende desde la mano dura, siempre y cuando se trate de  vanidades o egos, inflexible ante las personas frente al colectivo. "Las  cosas no cuadraron al principio; era el centro de este equipo y terminé  en el banquillo. No sabía si no me entendían o se burlaban de mí",  llegó a confesar el futbolista. Pero Lucho, atento con las necesidades  del equipo -le faltaba el último pase en un equipo de toque y  movimiento, además de la llegada desde la segunda línea- e inteligente  porque era un órdago al mejor, además de al más idolatrado, arregló el  asunto. "Se hizo un debate con el entrenador y las cosas están claras",  señaló Totti. Y ahora funcionan. Como se demostró ante el Cesena (5-1),  ya con el equipo en posiciones europeas a falta del duelo Inter-Lazio.
Hace dos semanas, Totti se alzó la camiseta y dejó entrever un  mensaje en la elástica interior. "Scusate il ritardo [perdonad el  retardo]", se leía. Hacía referencia a los siete meses de sequía del  falso delantero, a su falta de tino en el remate desde que acabara el  curso anterior. La incompatibilidad inicial con Luis Enrique, la  suplencia, una lesión en el tobillo y la mala suerte -falló un penalti  ante el Juventus- se aliaron en su contra. Hasta que le marcó al Chievo y  el mensaje de su pecho habló por su corazón. Frente al Cesena repitió  en la suerte del gol. Le bastó con un minuto para recoger un taconazo de  Lamela, para romper la red. Tres minutos más tarde, el propio Lamela le  sirvió otra diana. Un gol, además, histórico: es el futbolista que más  tantos (211) ha marcado bajo los colores de una camiseta tras superar al  sueco Gunnar Nordahl, que marcó 210 con el Milan -de 1948 a 1958-  conocido entonces por el trío escandinavo Gre-No-Li, completado por  Gunnar Gren y Nils Liedholm.
Influenciado por la pasión de su  padre Enzo, que lo llevaba al gol sur del Olímpico romano, Totti siempre  tuvo claros sus colores. Por eso, cuando contaba con 13 años, ni  siquiera se pensó la oferta del Lazio, eterno rival. Sí que lo hizo, sin  embargo, cuando el Milan llamó a su puerta. Idea, en cualquier caso,  rechazada poco después porque su madre quería que se quedara en casa,  que se educara primero. Hasta que en 1989 llegó la oferta del Roma y,  cinco años después, el 4 de noviembre de 1994 ante el Foggia, el primer  gol. Algo que nunca le abandonó. Solo así se explica que en 10 de las  últimas 11 temporadas superase la quincena de dianas -en la 2001-02 se  quedó en 12- y que en el curso 2006-07, cuando ganó el Scudetto, la Bota  de Oro (32). "Ofertas nunca me han faltado", reconocía el futbolista no  hace tanto; "pero acepto que me digan de todo menos que juego por  dinero". Es el 10 del Roma y nada más. Para Totti, campeón del mundo en  2006, lo es todo. Por eso sus goles son genuinos. Bien lo sabe Luis  Enrique, que le sustituyó a falta de 25 minutos para la conclusión del  partido y, ya en el área técnica, le regaló un abrazo.
 
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