El Sevilla salió con su once de gala y dispuesto a matar la eliminatoria por la vía rápida, a base del toque y la velocidad. De hecho, ya en el minuto 3 Luis Fabiano tenía la primera ocasión nítida de gol a pase de Navas, aunque el meta Akinfeev salvó el gol.
De hecho, los rusos alineaban tan sólo a un punta, Necid, y se dejaban en el banquillo a uno de sus mejores jugadores, Dzagoev, lesionado en la ida y ya recuperado, pero aún sin ritmo de competición. Por detrás, una línea de cuatro defensas y cinco hombres en la medular se alzaban como muro de contención.
Sin embargo, el paso de los minutos fue asentando sobre el campo a los rusos, con Mark González, que ya marcó en Moscú, como principal amenaza. Y es que al Sevilla, pese a su mayor calidad, le fallaba siempre el último pase. Por eso, no fue extraño que, en el minuto 25 Honda le metía el miedo en el cuerpo a los sevillistas, con una doble ocasión desde el punto de penalti.
El Sevilla necesitaba desperezarse si no quería pasar problemas. Y entonces llegó el mazazo, en un centro desde la izquierda que recibió Necid en la corona del área para batir a placer a Palop. Pero, por fortuna para los locales, la inquietud duró los dos minutos que necesitó Navas para ponerle el empate a placer a Perotti, que definió en el área pequeña.
Tras el descanso, el técnico blanquirrojo, Manolo Jiménez, dejó clara su apuesta ofensiva y retiró al hoy gris Capel en favor de Kanouté, para jugar con dos puntas. Pero fue de nuevo Navas quien se sacó un centro que peinó Kanouté en el punto de penalti, aunque Perotti no llegó por poco para remachar el 2-1.
Lo peor iba a llegar a renglón seguido, porque en el minuto 54 Palop, salvador tantas veces de los suyos, se comía una falta botada por Honda, que ponía en franquía al CSKA. Ahora el Sevilla necesitaba dos goles y tenía, por fuerza, que irse a por todas, sin descuidar la retaguardia para evitar la sentencia.
Pero el CSKA, que cedió el balón a partir del 1-2, estaba muy bien colocado en el verde y tapaba perfectamente las acometidas de los nervionenses, cada vez más impulsivos y previsibles, con constantes centros al área que morían sin peligro. A la desesperada, Jiménez metía más 'madera', con la entrada de Negredo por Renato, aunque era Mark González quien tenía cerca el 1-3 con un slalom que murió en los dominios de Palop.
El resto del choque dibujó perfectamente la radiografía de este Sevilla del quiero y no puedo: un grupo de buenos jugadores --algunos, como el ineficaz Negredo, carísimos-- que está ya lejos, muy lejos, de aquel conjunto temible de Juande Ramos, aunque Manolo Jiménez, cada vez más condenado ante la grada, no tenga toda la culpa de ello.
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