Tuesday, January 25, 2011

LOS MEJORES CENTRALES de las ligas europeas






A LA BUSCA DE STANDARDS SIGNIFICATIVOS
¿Se puede evaluar todas y cada una de las circunstancias que se dan en un terreno de juego para evaluar la calidad de un central? La respuesta no es ni sí, ni no, la respuesta es para qué. Conforme a lo que hemos visto en los análisis de coste la información relevante no es tanto la información más exhaustiva sino aquella que es significativa y accesible a la vez. Un central entra al corte en 12 jugadas, de las cuales en 7 recupera el balón, y en 5 se le escapa el jugador, pero de estas últimas, en 3 consigue retardar la progresión del atacante con lo cual el otro central o el portero realiza su labor con ventaja. En las subidas a rematar, de 7 veces ha rematado 2, una de ellas a puerta, pero de las otras 5 en 1 de ellas ha propiciado un desmarque de un compañero que ha podido tirar a puerta con ventaja. ¿Se podría registrar esto? Desde luego, pero llegar a ese punto de detalle implica dedicar horas y horas a obtener un dato que, a la postre, puede no ser tan importante. Es más razonable desde nuestra perspectiva asumir que de cada 100 subidas a rematar algunas veces se rematará y otras no, que algunas irá a puerta y otras no, que algunas propiciarán segundas jugadas y otras no, y que es el balance global el que nos proporciona la información más definitiva.



Supongamos que queremos calcular el peso de un cuerpo humano; si ponemos en la balanza la piel, los huesos, los músculos, las vísceras, la grasa y la sangre tendremos una cifra que, al 90% coincidirá con la del peso completo. ¿Y los tendones, y los nervios, y las mucosas, y los bronquios, y...? Docenas de otros elementos tienen su peso, pero los primeros 6 ya nos daban una información suficientemente relevante como para poder abstraer el resto (obviándolos o estimándolos a partir de aquellos).

La lista de los datos que he utilizado para elaborar standards son:
-Goles del jugador
-Goles encajados por su equipo
-Goles encajados por los campeones de las principales ligas
-Derrotas de su equipo
-Disparos a puerta del jugador
-Tarjetas amarillas y rojas
-Titularidades del jugador

Todos estos datos son manejados en una perspectiva temporal de los últimos 4-5 años, la cual me parece una fracción de tiempo muy adecuada para evaluar carreras futbolísticas, pues la mayoría de profesionales se desempeñan en unos 3 lustros, a veces 2, a veces 4.

¿Hay otros datos de los que se pueda echar mano para completar los cálculos? ¡Sin duda! Cientos de ellos en realidad: regates intentados y conseguidos, faltas recibidas y amonestaciones provocadas, balones perdidos, calidad de los acompañantes, calidad de los rivales, etc. Pero todos ellos juntos no sumarían la relevancia de aquellos 7 escritos antes y en cambio harían muy farragoso el análisis. Resulta más eficiente considerar que o bien no son tan significativos, o bien son circunstancias que a la larga acaban compensándose en unas ocasiones con otras.
No se pretende aquí por tanto un análisis exhaustivo, sino un análisis relevante, que pueda ser cuestionable pero no discutible.

LA VARIANTE INDIVIDUAL

El central es un jugador absolutamente imprescindible en el fútbol moderno. Aparte del portero es el único que tiene un lugar garantizado en el campo. Se puede jugar sin laterales, sin extremos, con combinaciones del centro del campo que te permitan sacrificar a un mediocentro defensivo u ofensivo, incluso se puede jugar sin delantero centro a base de acumular atacantes polivalentes. Pero no se puede jugar sin central.
Sin embargo, al contrario de lo que sucedía con el mediocentro, la repercusión individual de un central es menos acusada. Si un equipo juega con el mejor mediocentro posible, su ausencia provocará graves problemas de equilibrio. En cambio, el mejor central del mundo podrá ser relevado en un partido por un buen central sin que el equipo acuse demasiado el cambio. Por tanto, la primera característica que vemos en el central es la de que su puesto es imprescindible, pero no el ocupante en sí; algo contrario al caso de los enganches o los atacantes polivalentes, que son ellos los que fuerzan tácticamente la existencia de dicha posición.

En el fútbol actual separar ataque de defensa cada vez tiene menos sentido táctico, pues hoy se busca que todos defiendan y que todos contribuyan ofensivamente. Pero ello no altera las cualidades esenciales de ciertas posiciones del campo, y el central es uno de ellos. A igualdad de capacidades defensivas, un central es mejor si sabe conducir el balón, si tiene buen disparo o si es hábil en dar el pase inicial para sacar el balón jugado, pero lo primero que debe hacer un central es defender. Si aquellas virtudes secundarias son ganadas a cambio de rémoras en las fundamentales, el jugador acabará siendo relegado de la titularidad. Hay equipos que se apañan con dos centrales marcadores y renuncian a jugar con un central-líbero, pero difícilmente nos veremos a dos de estos formando pareja, y menos aún en el más alto nivel.

Ahora bien, decir que un central no tiene nada que decir en el juego ofensivo de su equipo es otra cosa bien distinta. El central es de los pocos jugadores del plantel al que se le exige al menos un disparo a puerta por partido, pues suelen ser piezas habituales en las jugadas a balón parado, en las cuales pueden contribuir con su envergadura y con su técnica rematadora (pues desde pequeños se les enseña a cabecear) sin correr prácticamente riesgos. Muchos son los equipos que deben un plus de puntos a un buen puñado de goles a balón parado, pues hasta el equipo menos dotado para el toque o la elaboración se iguala al más grande si en un saque de corner tiene dos excelentes rematadores.

Pero en definitiva su labor es defensiva, y el mejor central será aquel que con sus anticipaciones, con sus pugnas, con sus faltas incluso, sepa ayudar a que su equipo encaje el menor número de goles posibles. La cifra óptima de goles anotados variará del desarrollo de un partido, de una eliminatoria o de un campeonato. En cambio la cifra óptima de goles encajados es siempre la misma: 0. Conseguirlo haciendo el menor número de faltas posibles que puedan propiciar peligrosas jugadas a balón parado y/o sin recibir tarjetas, será un objetivo añadido digno de estima, si bien, y al contrario de lo que sucedía con el mediocentro, una ausencia por acumulación de tarjetas e incluso una expulsión, puede alterar la capacidad del equipo de elaborar o atacar, pero no la de defender, pues como ya dijimos, el central es un jugador más fácilmente sustituible.

A la hora e calibrar todas estas cualidades tomaremos como base la cifra de goles encajados poniéndola en relación con la de aquellos equipos que han ganado las grandes ligas en el último lustro. Pondremos en el numerados este promedio y en el denominador la cifra de goles encajados por el equipo, facilitando así que una buena cifra de goles encajados (es decir, baja), eleve el valor del ratio. En el mismo cociente vamos a adicionar dos cifras que  son relevantes y directamente indicativas. En el numerador, al promedio de goles encajados por los equipos más relevantes, sumaremos la cifra de goles del jugador, un dato que ya vimos que, aunque no fundamental, si es valorable. Al mismo tiempo elevaremos el valor del denominador con la suma de tarjetas recibidas (a tenor de 5 amarillas por cada roja).  La razón matemática de por qué sumamos en un mismo cociente esas diferentes cifras es valorar sin sobreestimar goles y tarjetas.



Sin embargo este ratio podría sobrevalorar a los jugadores que han participado poco en los logros del equipo. En esta ocasión, en vez de aplicar un cociente corrector, lo que haremos será sumar el número de titularidades en el denominador, que elevará notablemente el valor del ratio para los jugadores habituales.
Por tanto el Ratio Individual quedaría así:




LA VARIANTE COLECTIVA

La repercusión del central en el juego ofensivo del equipo se hace mayor cuando éste colabora en la finalización y para ello no es imprescindible meter goles, basta con lograr disparos que, en la mayoría de los casos, no van fuera de puerta por falta de habilidad del central sino como consecuencia de los intercambios de presiones y ayudas que se producen en las áreas en las jugadas a balón parado.  Llegar al balón ya es, en sí mismo, estimable. Porque provoca desmarques de los compañeros.
Al mismo tiempo la capacidad del central de llevar a cabo su tarea sin reincidir excesivamente en las faltas, pone a salvo a su equipo de esas jugadas a balón parado que, en definitiva, son opciones de gol incluso para equipos tácticamente inferiores.

De este modo podríamos establecer como base de la aportación al colectivo un cociente que valorara directamente los disparos del jugador e inversamente las faltas cometidas. Los mejores centrales disparan a puerta y cometen menos faltas.

En el caso de los centrocampistas valorábamos su equilibrio en función del balance de puntos conseguidos por sus equipos, pero hacer lo propio con los centrales sería injusto por cuanto su función en el campo los suele tener alejados de las zonas donde se deciden los partidos. Pero si sería valorable, y así lo haremos, la proporción de derrotas de sus equipos por cuanto estas nunca se podrán producir si la portería ha quedado a 0, la cifra óptima de goles encajados. Evidentemente estas serán añadidas al ratio con su valor inverso, le sumaremos 1 para evitar cocientes infinitos, y para contrapesar pondremos en el numerador el factor de corrección para evitar sobrestimar a los jugadores que han participado poco:

Cor = Titularidades / 35

Si su equipo suma muchas derrotas y él no jugó un solo partido, el cociente resultante será 0. Si jugó muchos partidos y no encajó derrotas el cociente será alto.
Por tanto el ratio Colectivo queda así:






EL CULMEN DE LA RELEVANCIA: EL FACTOR GLOBAL

Cuando se manejan elementos que se adicionan es preciso ponderar cada uno de ellos para asegurarnos de que el resultado global no este aquejado de la sobrevaloración de alguno de sus componentes. No así cuando de lo que se trata es de emplear factores. La precaución sobra pues si entendemos que un delantero será mejor cuanto más alto sea su RI y su RC, tomados independientemente, el múltiplo de ambos crece con cada uno de ellos.
Hemos tomado por convención que incluso en el caso del más egoísta de los jugadores el factor colectivo ha de ser igualmente apreciable que el individual, aunque cada cual puede ponderar cada uno de ellos según considere oportuno.
De este modo el ratio global resultante, el que valora de manera relevante la calidad de un delantero tanto a nivel individual como colectivo tomando como base de cálculo los datos más significativos sería:

RG = RI x RC x 100

Como el múltiplo de cantidades inferiores a 1,0 suelen arrojar cifras muy pequeñas, se ha añadido el 100 para que la cifra resultante sea un número más fácil de retener.

UNA OBJECIÓN MATEMÁTICA

Si bien todo el proceso seguido produce un ratio relevante y eficiente tomando como base información breve pero muy significativa, el resultado final adolece de cierta desproporción debido al carácter multiplicativo de los factores. El orden de los resultados finales puede parecernos coherente, pero  no así las diferencias de cuantía.
La estadística descriptiva nos provee de una sencilla herramienta para ajustar este tipo de desviaciones, que es la media geométrica. Mientras que la media aritmética halla el promedio entre N cantidades sumadas dividiendo el total entre N, la media aritmética halla un promedio entre cantidades multiplicadas, pero para promediar se utiliza no el cociente (que no tendría relevancia proporcional), sino la raiz cuadrada, o en su caso la raiz N.
El ratio final por tanto quedaría así:


           2 ___
RF=   \/ RG


UNA OBJECIÓN HISTÓRICA

He aquí el final del proceso.
Todos los aspectos de las cualidades del central han sido tomadas en cuenta para determinar un ratio que nos de el valor del central, pero para hallar una cifra que nos hable de su importancia efectiva en un período determinado lo aplicaremos como multiplicador al resultado de sumar a sus titularidades durante el período el número de goles conseguidos, y restar el número de tarjetas.



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